El ruibarbo es una planta fuerte y audaz, de aspecto prehistórico.

La parte que une sus enormes hojas al tallo es carnosa y comestible, con una textura parecida a la del apio, y un particular amargor.

Con la ayuda de un machete, uno podría llevar una vida tarzanesca, cortando, cosechando y masticando ruibarbo, abriéndose paso a través de los fríos bosques, atravesando ríos y trepando cascadas.

Originaria de Siberia, esta planta ha sido despachada a lo largo de la historia hacia diversos rincones húmedos y fríos del planeta, tanto por sus propiedades medicinales como por su potencial culinario, siendo arrojado crudo en ensaladas o cocinado en mermeladas y postres, que acompañan la hora del té desde la época de los vikingos.

Aquí en la Patagonia Norte, donde producimos RUI, el ruibarbo llegó de mano de inmigrantes alemanes en el siglo XIX.

Pese a ser un secreto aún bien guardado, o una fuente alimenticia injustamente olvidada, hoy en día al ruibarbo se le ve creciendo silenciosamente, extendiendo sus brazos prehistóricos para capturar la atención de gente de todo el mundo y entrar en sus cocinas. Una de las expresiones más refinadas de este renacimiento gastronómico es la elaboración de espumante de ruibarbo, categoría en la que RUI se ubica como el único representante de Chile.